4 de enero de 2012

LA RUTA DE LA TORTUGA MARINA

PEDALEANDO POR LAS RUTAS DE LOS MONTAÑISTAS....

Margarita Lazo

Tuve que esperar 12 meses para hacer realidad esta ruta...comenzó cuando salimos a cletear con el amigo Carlos mirando la Cordillera Negra le preguntaba cómo sería llegar a Huarmey en bicicleta desde Huaraz, su "si se puede" me animaba y por cosas de la vida no se puedo concretar.
El fin de año llegaba y como es tradición había que recibir el año nuevo en las playas de Tuquillo-Huarmey pero de una forma diferente, haciendo el viaje esperado sobre dos ruedas.
Comenzamos a hacer planes; conseguir que el jefe acepte las vacaciones, convencer a la familia de que no harás falta, comprar la bici, formar la manchita de valientes y hacer el trazado de la ruta.
El tiempo pasaba, la celebración navideña comenzaba y con él días de mucho comprar, regalar y comer... pero yo solo pensaba en la cordillera, el valle y el mar.
Éramos tres hasta el momento. En esos días llegaba la mala noticia, una de esas que nadie espera recibir antes de Navidad, haces un alto en tus planes y piensas una vez más que la vida te quita y te da y que nada es para siempre, por eso aprovechar el momento, dar lo mejor de ti y disfrutar de lo que tienes ahora.

Uno del grupo tuvo que partir a tierras lejanas pues su atención principal era la familia, nosotros podíamos esperar. Pero no se fue sin antes dejar algunos datos de la ruta y la referencia del buen amigo Sergio, quien nos ayudo mucho ya que él había recorrido esos caminos antes.
Con el equipaje mínimo necesario, las bicicletas embaladas, enrumbamos a Huaraz un jueves por la noche. El viaje fue corto y el amanecer espectacular, cielo azul, aire fresco que penetra en tus pulmones como agua helada... taaaantos buenos recuerdos vinieron a mi mente, montaña, ríos y amigos, quienes hacen de éste un lugar especial.

7:00 de la mañana y el taxi nos trasladaba hacia la Cordillera negra al paso Huancapetí a 4800msnm, después de una hora y media de viaje estábamos aquí para comenzar el descenso por un camino lodoso, sorteando a cada instante el paso de camiones atravesamos los terrenos de la mina Hércules. Dejábamos atrás la puna, la lluvia asomaba y yo me apuraba, a cada instante volvía la mirada para ver si Francisco no se retrasaba. De pronto las nubes no aguantaron más y descargo una lluvia de gotas gordas, obligándome a buscar refugio bajo el techado a media agua de una casona en plena carretera. Ahí aguardaba la aparición de mi buen amigo Francisco, mientras tanto los amigos curiosos me hacían compañía, de donde vienes? por que no vas en carro? Huarmey esta leeeeeeeeeeejos llegaras mañana... eran las frases que decían. Pero nada me desanimaba. Al poco rato pasaba el arriero que yo había dejado atrás hace media hora y al responderme que no había visto a nadie bajando en bicicleta me preocupe, por q entonces Francisco estaría muy lejos aún y no tenía idea lo que había sucedido. Esperaba un poco mas pensado q estaría ocupado cambiando una llanta pinchada y felizmente fue así... con 30 minutos de retraso continuábamos el viaje. No tan lejos en medio del valle verde y cálido se veían muchos tejados de casas que formaban la provincia de Aija, pueblo tranquilo y muy acogedor. Ganas de quedarnos a desayunar no nos faltaban pero siendo las 11 am estamos muy retrasados, no nos quedo más que hidratarnos bien, comer la súper barrita energética, fruta y algo mas... teníamos que continuar. Dejamos atrás Aija para perseguir el cauce del rio Huarmey, que en su paso por quebradas y cañones recrea paisajes hermosos que muchos solo verán en postales.

A cada metro que avanzamos no faltaban las ganas de sacar la canon semi profesional y capturar en una foto la belleza natural de las montañas, pero no había mucho tiempo, la consigna era llegar a la costa al atardecer.
El pedaleo era rutinario casi automático... andando a buen ritmo kilómetros atrás Francisco se detenía nuevamente. Que habrá pasado ahora? y al no recibir señal alguna tome el camino de regreso por curiosidad para ver lo que sucedía...ohh sorpresa otra llanta pinchada... que piña!! aprovechamos los minutos en descansar, tomar fotos y planear cuando volveremos a repetir la ruta con los demás amigos. Total dos llantas pinchadas no era algo muy extraño...
Después del receso continuamos para llegar al pueblo de Colca, después de éste el cielo azul se cubrió de blanco, niebla densa y sofocante. Era imposible ver a más de dos metros de distancia, eso nos obligaba a ir despacio en las curvas y bajadas. Después de tres horas salíamos de la neblina para ver el valle verde con densa vegetación, las casas ya no eran solo de abobe sino de caña, las montañas ya no eran tan altas y la gente vestía más ligero. Llegamos a San Damián, el cansancio se hacía sentir, los brazos entumecidos por el estrés de accionar los frenos q no eran de disco (llegando a Lima cambio estos frenos pensaba), el camino no ayudaba, muchos baches, terreno pedregoso hacia doloroso el descenso, el dolor en el hombro izquierdo se acentuaba por el golpe que me di al caer cuando salíamos de Aija (como para no perder la costumbre, una vez mas... a levantarse, sacudirse el polvo, revisión rápida... nada roto todo en su lugar, solo un raspón en el manubrio, timón desalineado y continuamos).

A una hora de Huamba Baja Francisco desaparecía nuevamente, mi espera fue corta y al regresar no lo podía creer; pinchada de llanta numero 3!!!, solo podía decir: que salado! jejeje, veinte minutos más de descanso para mí. Un defecto en el inflador nos hacia más difícil la situación, eran las 5pm y no conseguíamos poner la cleta operativa. Mientras recibíamos ayuda de dos buenos señores ya mayores, que con mucha esperanza contaban que muy pronto el camino por donde veníamos seria la interoceánica que llegaría a la selva, oportunidad de desarrollo para ellos, mucho tráfico para nosotros ya que preferimos los terrenos en estado natural con lodo, baches, cascajo que hacen todo más divertido, menos asfalto.
Era imposible llegar a buena presión con el inflador malogrado, así que decidimos andar a pata hasta conseguir auxilio, era mejor que quedarse sentado a esperar caer la noche. Sin ir muy lejos la aparición milagrosa de un mototaxi nos hizo más corto el viaje a la vulcanizadora ubicada a solo 1.5 km, ésta se encontraba a la salida de Huamba Baja donde comienzan los 42 km de asfalto a Huarmey.

Había que esperar nuestro turno pues muchos estaban esperando ser atendidos....Oscureció y con nuestras linternas encendidas retomamos el descenso en su tramo final cuando ya daban las 6:30 de la tarde. Cuarenta y dos kilómetros nos separaban de nuestro destino... la hacemos en dos horas -dijimos- muy optimistas y continuamos.
La noche no dejaba ver la forma del camino ni de las montañas, las luces reflectivas de la pista eran la única guía. De rato en rato se oían los ladridos de la jauría de perros que celosamente resguardaban sus casas, granjas o chacras... la verdad nunca vimos que había... Resultaba un verdadero fastidio por las perseguidas, pero también bueno ya que nos obligaban a pedalear con más fuerza para huir de sus mordidas y además nos tranquilizaba la idea de saber que no estábamos solos en medio de la nada.

Fueron los 42 kilómetros más largos de mi vida por la incertidumbre de no ver el camino y lo que nos rodeaba. Dos horas después habíamos recorrido 28 kilómetros, se sentía la brisa marina y hasta me parecía oír como las olas rompían en la orilla, seguro eran producto de la imaginación mas el cansancio, pero ya no importaba nada solo pedalear en dirección al mar, como tortugas marinas que al nacer sin saber porque emprenden una carrera sin tregua en dirección al mar, por eso bautizamos esta ruta como "la ruta de las tortugas marinas".

Que sensación cuando vi cerca las luces de colores, decíamos eso es Huarmey, y comencé a pensar en el pollo a la brasa, el baño de agua caliente y la playa. Francisco llevaba la delantera... pedalea mejor de noche que de día... me decía yo misma jajaja.

Siendo las 10:00 de la noche nos encontrábamos en la plaza de Huarmey con las bicicletas llenas de barro, el cuerpo literalmente destrozado y con una sonrisa dibujada en el rostro, la satisfacción de haberlo logrado completar la ruta nos embargaba completamente, una foto para el recuerdo y un "bien hecho" finalizo esta aventura.

Lo que vino después es de imaginarse fuimos por el rico pollito a la brasa y de ahí yo continué soñando con mis recuerdos de lo vivido en esas 13 horas. Ahora estoy en Lima pero mi alma se ha quedado aun por esos caminos y así estará por buen tiempo....