Dedos de hielo.Fuego.Viento que se clava inmisericorde en tus falanges de cristal. Sólo deseas gritar.
Por Jesús García Pastor
Pero no puedes…no debes. El viento de Febrero descendiendo a sesenta kilómetros por hora helaría tu voz, el aire lo invadiría todo a través de tu boca, congelaría tu tráquea, granizo de saliva sobre tus pulmones…intentas frenar: Duele: No sientes los dedos pero duelen. Como miembros fantasmas, como tiempos pasados, como amores perdidos .Frenas. Duele .Los xx se clavan, las llantas gimen, la bicicleta disminuye su tiránica persecución a la gravedad. Continuar así es una locura, sin sentir el freno no hay curva buena, solo tumbas abiertas con tu nombre y tu apellido y una fecha. Consigues parar. Pie a tierra. Frotas tus manos entre ellas, rápida, frenéticamente, como si pudieras así encender el fuego que aliviara tu sensación. Las acercas a tu boca, como si rezaras tu última oración, y exhalas sobre ellas, Las golpeas en tu estertor, palma contra palma, y escuchas el esperpéntico eco de tu aplauso al valle vacío, a la nieve. Recuerdas el consejo de un amigo, un soñador que consiguió vivir entre las nubes : “No hay tejido sintético, no hay tecnología, no hay nada; cuando te congelas en un descenso, lo mejor el papel de periódico en el pecho y una parada cuando llegues al límite para mearte en tus manos…Si, Jesús. Pis. Calientito, biodegradable y siempre lo llevas encima..una maravilla”.Gimo de placer mientras mis manos aumentan un par de grados su temperatura y siento el poder atávico y casi transgresor del contacto con mi orina mientras divago sobre nuestra sociedad hiperhigiénica y las tradiciones perdidas.¿ hemos renunciado al Yo por miedo a nuestras bacterias?¿Soluciona el consumo de tecnología el debate esencial?.
La tradición se establece para conservar la novedad adquirida que deviene tranquilizadora en este caos constante que es la vida. Lo hasta ayer desconocido se transforma hoy en indispensable, irrenunciable, incuestionable. Y se olvida el ayer. Y se teme al mañana. Un rueda eterna y contradictoria en la que se ancla el hoy hasta que llega otro mañana y, de nuevo, se convierte en inmejorable para algunos y temido para otros.
Me pregunto qué cambios me niego a aceptar, que tradiciones quiero conservar, que innovaciones me cautivan mientras miro, todavía, atónito, mi reflejo, mi oráculo en el cuenco esculpido por mis manos para contener ese líquido dorado y caliente…
Fuente: mountainbike