29 de julio de 2015

CATARATAS DE SONGOS - LINDAY

CATARATAS DE SONGOS-LINDAY

Domingo 02 Agosto

El Poblado de Linday está ubicado en el cerro Tomapongo, literalmente sobre el pueblo de Songos, pertenece al distrito de San Jeronimo de Surco, a 63 Km de la Carretera Central.
Sobre el pueblo de Linday a unos metros más arriba pasando la capilla está el complejo arqueológico de Cantahuaycho y siguiendo el camino de herradura nos encontramos con otras ruinas llamadas Mitowayabo y Kotogentile respectivamente.
Entre Cantahuaycho y Mitowayabo esta la unión con el camino que sube desde Ayas y luego una loma no muy amplia pero donde se puede armar pequeños campamentos, esta zona es conocida como "Boquicuesta". Literalmente queda al pie de la zona de Mitowayabo.
Ya desde Mitowayabo puede emprenderse la subida al conjunto arqueológico de Huacapune, el impresionante mirador desde donde se divisa el valle del Rímac en un radio superior a 25Km y en donde hay además un conjunto arqueológico donde se aprecian habitaciones y arcos de piedra. Desde Huacapune pueden verse además la zona de los nevados de Ticlio. La zona de Huacapune está rodeada por un gran muro perimetral.
En los más alto de esta montaña, a casi 5000msnm y siguiendo la cresta de los cerros, está la laguna de Ucte.

Nivel de la salida: Fácil

Para realizar esta ruta se recomienda llevar lo siguiente :

• Zapatos de trekking.
• Ropa ligera para la caminata.
• Casaca impermeable.
• Gorro con visera.
• Mochila de ataque (de 30 o 40 litros)
• 1 litro de agua.
• Frutas frescas, chocolates, panes, barras de energía, caramelos, etc.
• Bastones de trekking (opcional)
• Bloqueador solar.
• Cámara fotográfica.


PUNTO DE REUNION :

Parque Echenique (Chosica)

Hora de salida: 8:30 a.m
Hora de Retorno : 6 p.m

COSTOS :

Cuota de inscripción a la salida S/.20.00(Botiquin de primeros auxilios,guiado y aporte al grupo)
Pasajes ida y vuelta, S/.20.00 (Costo asumido por cada caminante)

INFORMES :

- Ingrid Osorio. 945340471(ingrid_osorio@yahoo.com)
- Edgar Carreño. 989200846(eco6@mixmail.com)

Cuota de inscripción a la salida S/.20.00 (DEPOSITO A CTA DEL BCP 193-25512852-0-56 en nuevos soles A NOMBRE DE JERRY FRANS CCANTO QUIÑONES)(importante hacer el deposito para evitar el cobro en la ruta)


IMPORTANTE

Inscribirse hasta el Viernes 31 de Julio enviando sus datos(Nombres completos,DNI, teléfono de contacto) al e-mail:ingrid_osorio@yahoo.com

26 de julio de 2015

PERU 8MIL Y EL DESERT CHALLENGE PARACAS 100K


5 METROS DE POEMAS* 20 MIL VECES

Por: Jerry Ccanto




Dedicado a la gran atleta Lorena Ricalde. Nos caemos para levantarnos, campeona.

Era el primer verano del nuevo siglo. Aún recuerdo la textura de la arena caliente desollándome los pies en las dunas de La Huacachina. Eran tiempos de ritos sioux y chamanes, de raídas casacas de cuero, de la melena interminable que cubría las ojeras fabricadas, de sonrisas inexistentes y gesto desabrido, con el morral cargado de los puños de Hernández, Morrison y Miller, de The Doors como dieta sonora y del desenfreno en silencio, la impulsividad a tope y el hedonismo posero de la juventud estrenada. Caminar envuelto en nubes de nicotina era el sello de mi moneda corriente.

Ya superada la edad del cristo, con acciones en la bolsa, horarios marcados en una agenda y los periódicos bajo el brazo en el desayuno vuelvo a este oasis para saldar cuentas, para quemarle la tranquilidad y reconciliarnos a paso ligero. Los carbohidratos primero y la hidratación obligatoria para un sobrepeso temporal que registran las básculas: 5 kilos de exceso y una tonelada de ansiedad. Se acercan las horas del atardecer y los jinetes del desierto nos acercamos a la partida persignando el espíritu, besando a los hijos, riendo nerviosamente, vistiendo entusiasmo. Franpisco se encarga de mi cámara para terminar de asistirnos desde que llegamos. Ya anunciaron los segundos que faltan, cada número me acorta la respiración. Diez, ¿Qué estoy haciendo?, nueve, esperen un poco más, ocho, cálmate, siete, son sólo 100 kilómetros, seis, más de quince horas, cinco, será de noche la mayor parte, cuatro, tengo que ir al baño, tres, (suspiro), dos, prendo el gps, uno, música suena, cero, wowwwww!!!

Los kilómetros avanzan lentamente mientras la arena ocupa un lugar en el espacio de mis pies. La noche sucedió y las dunas fueron sorteadas. El horizonte se borra y las luces rojas que llevamos en nuestras espaldas nos trazan el camino. Perseguir y cazar, ser adelantado y jurar venganza, acelerar y caminar. Son las 20 horas y la distancia entre correcaminos da lugar a una compañía inevitable por el resto de la carrera. Hola Soledad te estaba esperando. La temperatura va bajando y el cuerpo lo agradece con fresca velocidad, se oyen pasos de vez en cuando, lo sé por la efímera sombra que me proyecta hacia adelante la luz anunciando a un rebelde y su profecía de adelantarme. Dejo que se cumpla el mandato. El que corre riendo al último corre mejor.

Sin proponérmelo alcanzo a la gran Lorena Ricalde, la reina de Matucana, de la montaña conquistada por sus pasos incansables, quien de recuerdo siempre me deja la polvareda impregnada en las partidas, quien honra a la familia Montañistas 4.0 vistiendo de pasión en cada carrera. ―¿Vas bien Lorena? ―pregunto. ―Si. Le creo y avanzamos hacia el campamento, faltan 12 kilómetros.

―Jerry, tienes que recuperar peso, no puedes salir, has perdido 4 kilos ―sentencia el organizador.
―Pero mi peso normal es 58 kilos, los tallarines y la chicha del almuerzo tienen la culpa.
―Hidrátate allá y podrás salir nuevamente. Señorita Ricalde, usted si puede salir.
―Lorena, ponte bien tu chaleco ―y siguió raudamente y no logra escucharme.

Arena afuera, masaje a los pies, cambio de pilas de la linterna, un bocadillo, más agua y listo. La balanza anuncia nuevamente un inusual peso recuperado. Arrancamos de nuevo caminando hasta el kilómetro 34 al son de Draco Rosa, Franz Ferdinand y Chacalón… siguiente meta: comernos el maratón antes de la medianoche. Todo es oscuridad, solo hay que seguir las huellas trazadas y las luces químicas divisadas. Los autodiálogos son con carcajadas recordando las torpezas de la niñez, cambiando las letras de las canciones, imitando a gente ausente, contando chistes nerds. Y llega las 11 de la noche, kilómetro maratón conquistado y lo celebro con los brazos arriba a puños cerrados y un aullido espartano. Recién empieza el ultramaratón.

Es momento de apagar la linterna frontal. Audífonos, fuera. La oscuridad en su plenitud, el silencio concilia con el ruido de las pisadas y de la respiración. El viento está en contra, me empequeñezco ante la inmensidad de la noche, las estrellas vigilantes y la luna sonriente se asoma al norte. Todo está consumado, he vuelto al estado natural antes de la creación de los mitos y las religiones, donde las guerras eran entre especies, cuando dialogábamos con el silbido del aire travieso y el rugir de las olas. Así debe haber empezado la vida como en una película de Terrence Malick, en el Dark Side Of The Moon floydiano… estoy en el origen.

Siguiente meta: conquistar nuevamente 50K como en marzo. Todo va ok, hagamos un recuento: 6 meses de entreno con topes de 100 kilómetros acumulados semanalmente, magnesio con limón al despertarme y al acostarme, más agua menos hidratante, 3 desayunos de rey, 1 almuerzo de príncipe y ¼ de cena de mendigo, trabajo del core, dominado el braceo, sesiones en arena, cuestas en montaña, cadencia exigente… todo está funcionando. Diviso una nueva víctima, vamos a cazarla. ¡No puede ser posible! Es el kilómetro 45.

―Lore, te pusiste la casaca, que bien porque hace mucho frío.
―Tengo un calambre en la pierna.
―Ya, intentaré hacerte un masaje y vamos caminando.

Andamos durante más de 2 horas con 2 grados bajo cero. Nos adelantan varios grupos, siento rabia porque puedo seguir corriendo pero no debo. No me perdonaría si algo le pasa a Lore en el camino. Todos vamos solos. El silencio de Lorena y su negativa a comer algo me dicen que está furiosa. ¿Qué pasó? No hay respuesta. Le pido a un grupo de corredores para que den aviso en el próximo campamento y envíen ayuda. Llegamos a un control, anotan nuestros números, doy aviso, le ofrecen un asiento para que descanse, no lo acepta y seguimos. El rumbo cambia hacia el norte, el viento desaparece, no vemos el mar pero si lo oímos. Es una ligera cuesta, ya pasamos el kilómetro 50, no hay nada que celebrar. Nos siguen adelantando, la impotencia nos abruma con cada corredor adelantándonos, ¡Quiero correr! ¡Quiere correr! Seguimos hasta que finalmente divisamos el campamento. Aceleramos el paso.

―Lorena, sé que tu plan es llegar a como dé lugar. Pero deja que te atiendan primero en el campamento, que te den masajes y, a mi juicio, considera dejar la carrera, falta la mitad, puedes llegar caminando, pero… evalúa tú.
―Llegaré a la meta como sea ―sentenció y procedí a avanzar para recuperar tiempo y calor.

Entro y salgo del campamento rápidamente no sin antes avisar que Lorena viene y que deben atenderla. Son las 4 de la mañana, faltan 38 km, ya voy más de 11 horas, el gps se murió ―¿no que duraba 15 horas? Algo debí configurar antes. Por primera vez agoto la batería de mi reproductor musical. Vamos, esta es la parte zen de la carrera.

Asaltando la madrugada a paso ligero, el caminar ha sido beneficioso y es hora de poner la maquina a todo dar. El día se va asomando, el cielo va descubriendo la geografía escondida por la azabache noche, se muestran las pendientes, las cuestas hacia abajo, los caminos y su extensión. El horizonte me saluda. Saludo a las luces químicas y agradezco su guía, al camino rodado por la seguridad en cada paso. Me despido de la noche que se va frente a mí y le doy la bienvenida al amanecer que viene por mi sur. Diviso lo que falta y acelero el paso. Son las 6 y 30 de la mañana, la hora mágica para los fotógrafos que pinta el paisaje con las luces cálidas, el océano empieza a colorearse de azul más su espuma refleja con timidez su rabia. Cogemos la pista, los automóviles vienen en contra cada cierto tiempo. Los pasajeros de un carro me alientan a seguir.

―¿Cuánto falta?
―Quince kilometritos, campeón.

Esos son aproximadamente entre hora y media a 2 horas. Puedo acabar dentro de las 15 horas planificadas. Tengo fuerzas y el espíritu al tope. Vamos con todo.
Ya son las 8 am y nada. Ya debo divisar la meta y nada. ¿Será ese campamento? Nada. Rayos. Estoy cansado, la pista es durísima en cada paso, las ligeras cuestas son imposibles. Adelanto a varios que ya caminan. Se aproxima un corredor, empiezo a caminar también. ¿Hola hermano, que distancia marca tu reloj? ―Vamos en el kilómetro 88, faltan 12 nada más ―me dice Jorge. No puedo más, ya me acabé el agua. ¿Por qué le creí al conductor? ―Jerry, avanza a un ritmo constante y en hora y media llegas ―me anima mi compañero de ruta. Jorge avanza a ritmo constante, trato de seguirle el ritmo. Le confieso que voy a esperar alguna cuesta abajo para agarrar ritmo y seguir. Me advierte que el camino es casi plano y de subida. Nota mi gesto de decepción y me dice que hay algunas bajadas. Mentira blanca para no desanimarme. Nos encontramos con Pilar y Roxana, nuestros ángeles, nos ofrecen agua, ánimos y buenos sorbos de risa. Volvemos pero ya no puedo avanzar. Camino. Ya son casi las 9 de la mañana y a lo lejos veo dos orates tirados en la pista y a un lado unas bicicletas. ¿Ellos son? Si, son Francisco Palomino y Sonia Espinoza. Se emocionan de verme. No me esperaban. Sonrío para sus cámaras, les cuento lo de Lorena y prosigo. ―Vamos Jerry ―me alientan y oigo el click de la canon.

Luis Leandro me acompaña en el último tramo, me avisa que faltan 3 kilómetros, corre a mi costado y le confieso que no puedo. Llego al corte y agradezco el cambio de superficie, camino la cuesta, mis pies son felices. Siguiente plan: quemar la meta. Me alcanza una corredora, corro a su ritmo. ¡Alto, un momento! He corrido prácticamente solo toda esta carrera, no voy a compartir la llegada con nadie. Que me adelante. Diviso a Franpisco a 100 metros de la meta, me invita a quitarme la casaca y a pasar a la corredora, le digo que no, que quiero mi momento, que esperé mucho por esto. Me aseguro que ella cruce la meta. Ahora me toca a mí.

―Franpisco, mira esto.
―Ya estás viejo.
―ja ja ja ja, no hermano. He esperado 99.9 kilómetros para hacer esto. Ahhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!
―C.S.M…

Puedo ver al tiempo avanzar a mi antojo, fulmino el camino a paso firme, cadencia con zancada amplia, sin tregua al polvo del piso para que se asiente. Cansancio fuera, el grito apache de Morrison, break on through to the other side, estoy poseído por la furia chasqui, los brazos golpeando a Iván Drago, sin piedad. Correr es la poesía de escribir caminos con veloces pasos apasionados y un espíritu iracundo. Desierto, hemos saldado cuentas. Ahhhhh!!!

Paracas, sábado 18 de julio de 2015.

*título del poemario de Carlos Oquendo de Amat.